Mi madre y la Sra. Carmen, nuestra vecina, se reunían a coser delante de la radio mientras escuchaban el famoso Consultorio de Doña Elena Francis y, como no, mi hermana y yo lo escuchábamos también aunque no entendíamos muy bien algunas de esas cartas que escribían mujeres desesperadas, angustiadas y confundidas y mucho menos entendíamos la contestación que Doña Elena les daba, fomentando el conformismo y la sumisión por la mera condición de ser mujer.
Yo era muy niña y no recuerdo mucho, sólo que me asombraba por los finales de esas cartas, que eran algo así como : "Una que no sabe qué hacer". Lo que sí recuerdo, en relación precisamente a esa frase, es que una tarde, mientras trataba de hacer mi ejercicio de redacción para el cole y para el cual no encontraba las palabras adecuadas, me pregunté cómo era posible que unas mujeres tan cultas, que escribían tan bien y se expresaban con tanta corrección y extremada educación no supieran qué hacer con su vida ni como resolver sus problemas. Ahora parecerá que lo digo porque conozco la respuesta, pero os aseguro que es verdad.
Elena Francis no existió nunca como tal, era una voz. Diferentes actrices y locutoras radiofónicas le dieron su voz en los 40 años de programa. Tres mujeres y tres hombres formaban el equipo de guionistas que escribían las respuestas hasta 1966, que pasó a ser tarea exclusiva de Juan Soto Viñolo. En 1984, Soto declaró "Yo fui la auténtica Elena Francis" y más tarde, en el año 2005, se encontraron miles de cartas dirigidas al consultorio, en una masia de Cornellá.
Todo era un fraude, todo menos las mujeres desesperadas e inmersas en una España gris y dictatorial en la que los valores morales y católicos eran más importantes que la dignidad. No todas las consultas eran de índole confidencial, algunas trataban de belleza o de tareas hogareñas, pero las que calaron e hicieron de ese consultorio un programa de máxima audiencia eran las consultas sobre sexualidad, infidelidad o maltrato, algunas incluso escritas por hombres desesperados e incomprendidos.
Da rabia, da mucha rabia tanto engaño, tanto guionista de respuestas e imagino que incluso de las propias consultas, de tantas cartas sin respuesta por ser "inconvenientes" y de las que quedaron en el olvido cubiertas de polvo y miseria. Me da rabia hasta la canción de Joan Manel Serrat en esa carta póstuma, un adiós al pasado ¡que ya toca!