Llamaban a la puerta y aparecía el cartero (que no siempre llama dos veces), el sereno o la mismísima portera a entregar una tarjetita y desearnos felices fiestas.
Ese era el momento de entregarles el aguinaldo navideño, algo sencillo como una barrita de turrón, unos polvorones y una botella de vino o de cava.
Es una costumbre que ha ido desapareciendo y que ha quedado desbancada por las cestas y lotes que se entregan a los trabajadores en las empresas, que viene a ser lo mismo... un pago en especie por los servicios prestados.
No quiero hacer una especie de "remember" nostálgico del pasado, pero he visto estas postales y me han venido a la memoria aquellos trabajadores de antes, en especial de oficios que han desaparecido como el sereno y de los que quedan bien pocos como los conserjes o porteras.
Echar una ojeada al pasado no es más que mirar hacia adelante. ¡Quien sabe si mañana nuestro oficio deja de existir!
En Cáceres no se ha perdido la costumbre de pedir el aguinaldo, pero es una pena que sólo lo piden los quinquis que te da miedo hasta abrirles la puerta. Qué pena!
ResponderEliminar¡Uy, Drea, me daría muchísimo miedo abrir la puerta y encontrarme uno de ellos!
ResponderEliminarAquí esa costumbre ya está en desuso.
Un abracito!